¿Futuras leyes?
Siempre me llamaron la atención. Son como leyes, que no son leyes. Y que quizás por eso mismo, se cumplen más a menudo. Incluso los hay para las distintas actividades, o géneros. No todos los tienen, o los respetan, pero cuando se poseen y aplican, brindan un marco a veces mucho más seguro que la mismísima legislación. Me refiero a “los códigos”.
Los códigos son reglas que no están escritas en ningún lado, pero que “regulan” convivencias entre personas o grupos.
Tienen dos condiciones esenciales para que sean aplicados: la primera, obviamente, es conocerlos. Nadie puede respetar aquello que no sabe que debe hacerlo –no obstante, los códigos nacen generalmente del sentido común y por ende, casi que ni siquiera es necesario aprenderlos-. Se transmiten entre miembros de una comunidad específica y cuando uno ya lo sabe, y ejerce también la segunda condición, comienza a aplicarlos.
Esta segunda condición es “la lealtad”. Al no ser leyes, no es obligatorio el respeto a estas reglas, con lo cual solo depende de la lealtad de los miembros del conjunto el llevar adelante dichos códigos.
Se habla permanentemente de los “códigos de las mujeres” o “de los hombres”, los “códigos de la política”, los “códigos militares”, los “códigos del fútbol”, los “códigos de la mafia” o “de los delincuentes”, los códigos entre colegas de cualquier profesión… A veces rozan con la complicidad, otras con la actitud generosa, algunas con el misterio o la reserva, otras con los límites de dónde debe llegarse y dónde no. Son como pequeños “pactos” que no figuran en ningún lado, pero que se asumen como vigentes para llevar adelante las actividades o resguardarse de ocasionales conflictos que pudieran llegar a surgir.
Los códigos, cuando existe el compromiso de cumplirlos, permiten una mejor coexistencia, pues “marcan la cancha” y el reglamento del juego que esa corporación desarrolla. Aportan claridad, señalan límites, a veces hasta castigos. Quienes no los respetan se ganan la antipatía –cuando no la venganza- del resto, y difícilmente quien haya violado los códigos pueda volver a resultar pasible de confianza.
Si bien son corporativos, por lo cual dejan fuera del alcance a quienes no pertenecen al sector, a mi entender los códigos constituyen una interesante forma de relación entre los seres humanos, pues por lo general son maneras más consensuadas que las leyes sancionadas, que regulan a todos pero habitualmente son ideadas por unos pocos. Lógicamente, nunca van a reemplazar a la normativa necesaria para entablar las bases de una sociedad, pero puede decirse a su favor que hasta generan cierto orgullo entre quienes los consideran y adhieren.
Quizás, algún día, los códigos sean aún más de lo que hoy son, incorporen a más y más gente en su “reglamento”, abarquen no solo a sectores sino a comunidades íntegras y mantengan a sus miembros respetándolos por elección y no por imposición. Creo que los códigos de hoy son gérmenes de los futuros códigos legales, una especie de legislación imberbe que –casi con seguridad- permitirá que la especie humana se respete más y se relacione mejor. ¿Vos qué opinás…?