¿Go home?


Hay situaciones que, si no lo tienen a uno como protagonista, complican la decisión de tomar una posición al respecto. ¿De qué lado ponerse cuando en los dos “bandos” hay algo de razón? De hecho, hay quienes optan por no tener una postura definida en ciertas ocasiones, algo no muy recomendable, por cierto (“a los tibios los vomita Dios”, repetía insistentemente con aires intelectuales algún mandatario guardador de lo ajeno, hace algunos años).
Siempre sostuve –incluso desde esta columna- la no discriminación, por ningún motivo. Pero hay un pariente cercano de la discriminación, la xenofobia, que plantea aristas como las del inicio de esta nota. Hoy se ven (se siguen viendo, bah) actos xenófobos en distintos puntos del planeta que, creo, plantean ciertas razones desde discriminados y desde discriminadores.
Haciendo una analogía, me ubico en la situación de alguien que consiguió acceder a una propiedad, con un buen confort, después de mucho tiempo de esfuerzo por alcanzarla: ¿qué haría esta persona si un okupa invade su bien para disfrutar de lo que nunca peleó por obtener? ¿la alojaría con hospitalidad y compartiría su vivienda? ¿permitiría que un extraño usurpe la protección y el confort que él supo conseguir?
Se me ocurre que es lo mismo que deben sentir los ciudadanos de las naciones que alcanzaron un estándar de vida alto y sufren la permanente inmigración de quienes salen de sus países en busca de seguridad y progreso. Una verdadera invasión que, como toda invasión, provoca alguna lógica reacción de parte de quien es invadido.
Sin embargo, del otro lado están quienes argumentan que determinados bienestares se consiguen a costas de pesares ajenos. Aquellos que se ubican en esta posición reflexionan que “algo de este confort me pertenece…” Y entonces se proponen disfrutar de comodidades que no creen estar usupando.
Lógicamente, es una definición política la que determina ambas dispares posiciones (¿derecha e izquierda? ¿capitalismo o comunismo?). Es difícil encontrar puntos medios en disyuntivas extremas, y ésta verdaderamente lo es. No es tema nuevo ni tendrá corta vigencia en adelante; no obstante, las permanentes migraciones (legales o no) crean situaciones de resistencia en muchos y de posibilidades de explotación en otros, menos escrupulosos. Aún en países subdesarrollados –y mucho- como el nuestro, se conocen a diario noticias de discriminación “gentilicia” o de sometimiento a condiciones laborales y de vida infrahumanas a “hombres de buena voluntad” (como alguna vez llamaron a los inmigrantes los iniciadores de la Patria) que llegan a estos horizontes en busca de un bienestar que a menudo hasta se convierte en tragedia…
Es sin duda labor del Estado la de regular las corrientes migratorias, sin perjudicar a nacionales o extranjeros, pero los Estados ya sabemos lo que son.
Yo me defino por no limitar fronteras (un anacronismo a esta altura), pero proteger siempre de modo eficaz a quienes promueven con trabajo, inversión y nacionalismo el crecimiento de un país. ¿Vos qué opinás...?