Ana, la Grande


“Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé” decía Discepolín, seguramente en una de sus tardes de depresión y aguda observación. Claro, todo depende del cristal con que se mira, y de lo que uno puede y quiere mirar también… En los post de este rinconcito de la Web he intentado alternar aspectos buenos y malos de la Humanidad en general –quizás también de acuerdo a mi propio estado de ánimo, o de temas puntuales que de pronto se instalan en la sociedad y son difíciles de esquivar-.
El de esta vez está lejos de las visiones apocalípticas de Discépolo. Es un oasis, un canto a la vida, al amor y a la esperanza que, como siempre, es lo último que se pierde. Esta vez la referencia es a aquellas personas que son diferentes. Que mejoran la vida de los demás, de la sociedad. Esas personas distintas, cuyo ego parece minimizarse en aras del bien ajeno, del alivio del que sufre. De quitarle el dolor a quien lo padece, de cambiarle el ánimo al desanimado. Todos (o casi) conocemos a alguna de esas personas que se convierten en la indicada para compartir los momentos agradables pero también los que no lo son, esos en los que solo queremos estar con quien se preocupa y se ocupa de nosotros de una manera que uno mismo no puede comprender cuál es… Gente especial, sin duda, que marca esa esperanza de la que hablaba, al hacer ver que el bien aún existe y de una forma muy poco imperfecta.
Esta entrega pretende ser un homenaje a esa gente. Que la hay, y que cada uno de nosotros puede ponerle un nombre. Yo le pongo “Ana María Dellacqua”. La DOCTORA (así, todo con mayúsculas) Ana Dellaqua, o “Anita” para los íntimos. Una profesional con una altísima precisión médica, capaz del diagnóstico más preciso y raro con apenas unos pocos síntomas. Y de reponer a cualquier enfermo de patologías poco convencionales con tratamientos sencillos y con una dedicación incansable. Guía de miles de pacientes fieles a su calidad profesional y a su determinante forma de buscarle solución a los problemas. Y con una inclaudicable y permanente disposición al servicio, pudiendo atender pacientes en sus domicilios durante años y en forma gratuita (muchos son los que bien saben esto).
Anita. Un ser con una infinita capacidad de dar. Siempre dispuesta a la ayuda, en el ámbito que sea (arreglar un mueble, decorar una habitación, solucionar un problema familiar, hacer un trámite o cualquier otra cosa que pueda significar resolver el inconveniente del otro).
Anita, sí. La dueña de una exquisita cultura, de un interminable catálogo cerebral de piezas de arte, de cine, de teatro. Un verdadero libro abierto de las ciencias y las artes, que no deja de investigar Medicina u otras disciplinas muy lejanas a ella.
Ana, alguien con una inquieta capacidad de aprender (si lo sabrá su PC!), que nunca deja de avanzar sobre aquello que le interesa, que le mueve esa intensa curiosidad de niña que aún lleva adentro. Y que a su vez es una excelente docente, capaz de brindar clases magistrales de Biología, de Matemática y de otras materias a quien necesite sumergirse en ellas.
Ana, la enorme Ana. La que sabe lo que es caerse a las más profundas oscuridades de la vida. Pero también sabe cómo luchar contra ello y, lo que es más importante, aprendió cómo arrimar el hombro para asistir al caído, como alguna vez sugirió Jesús en la parábola del buen samaritano.
Ana, la gigante Ana. Que no por gigante deja de ser alcanzable. Todo lo contrario: la sencillez y la humildad son verdaderas normas de vida que rigen su conducta y su trayectoria toda. Un ser abierto, dispuesto, afable, que siempre tiene sus enormes brazos abiertos, como una gran Madre.
Ana, la amiga. Que sabe practicar una amistad inoxidable a través de los años que, por cierto, honra a quien puede disfrutarla.
La DOCTORA Ana Dellacqua, que tras su fecunda y paciente tarea de tantos años, se dispone ahora a disfrutar del ocio creativo que le permitirá ejercer su inminente jubilación, que festejan –aunque algo acongojados- todos sus pacientes que la quieren, más que por sus habilidades profesionales, por su calidad humana.
Hoy homenajeamos a Ana. Y en ella a toda aquella gente que está en este mundo para llevar sosiego, compañía y servicio a los pobres seres humanos de este mundo, que tanto lo necesitamos. Yo tengo la suerte de contar con alguien así… ¿Vos qué opinás…?