Cálmate, Tierra...


No te inquietes, no te conmuevas
que no estamos listos para tanta enjundia.
No te contraigas, no te sacudas
que nos desespera tu rabiosa chifladura.

Cual venganza previsible e impiadosa,
desde arriba y desde abajo nos castigas.
Y mientras las culpas buscan a sus dueños
parece tarde para obviar lo inevitable.

Desde todos tus confines se estremecen
los desgarradores alaridos de la angustia;
de quienes buscan recuperar lo quebrantado
y quienes saben que tu fuerza es absoluta.

Hoy tu Parkinson y tus lágrimas cruentas
se revelan ante el huésped atrevido.
Solo queda soportar tu intensa furia
y rezar a todo Dios por tu sosiego…

A los Pueblos de Chile y Haití, condolencias y solidaridad.