LA MUERTE DE NESTOR KIRCHNER

La muestra de civilidad la dio la gente

En una especie de gimnasia necrológica, la Argentina se conmueve por segundo año consecutivo con la muerte de un ex Presidente. Que, como lo fue Alfonsín para sus seguidores, también se trató en el caso de Néstor Kirchner de la pérdida de un líder carismático, algo que quedó plasmado en la eterna fila de militantes que desfilaron ante el féretro durante dos días en la Casa de Gobierno; en el improvisado pero sentido altar que se instaló en la Plaza de Mayo, en su vereda cercana a la Rosada; en la verdadera peregrinación del cortejo fúnebre hasta el Aeroparque, con el auto y su techo colmado de flores, banderas, gorros y cascos obreros, en medio del fervor de la despedida de la gente que incluyó hasta los tan argentinos papelitos; en las distintas agrupaciones políticas y sindicales que –con desacostumbrada sociabilidad- se repartieron los lugares a lo largo del recorrido lleno de paraguas y de afecto. En suma, una movida ciudadana que dio, por cierto, una gran muestra de respeto, de cariño y hasta de pasión hacia quien, para sus muchos adherentes, fue un verdadero líder, que se desarrolló en un ambiente más que ceremonioso (sobre todo teniendo en cuenta el virulento momento político que se viven las últimas semanas, hasta con un muerto incluido…).

No obstante, la acongojada y serena despedida del pueblo (un pueblo, para muchos, bastante menos educado y mucho más intolerante que el de décadas atrás) contrastó notablemente con la actitud denostable de la Presidenta que, ni aún en su dolor, logró permitirse transigir para recibir el pésame de sus adversarios políticos como Ricardo Alfonsín, Mauricio Macri, De Narváez, su vicepresidente Julio Cobos o el ex Presidente Eduardo Duhalde, como asimismo no recibió las condolencias de los miembros de la Corte Suprema de Justicia, en un acto que refleja que ni la muerte, que de por sí deja de lado cualquier disputa o diferencia de pensamiento, fue capaz en este caso de lograr el acercamiento que el dolor por la pérdida de un ser humano siempre debe alcanzar.

Una muestra más de la falta de convivencia extrema que caracteriza a nuestra clase política y a la administración kirchnerista que hace de la intolerancia una forma de gobernar, en vez de apelar a la negociación, a la charla, al debate político, a la concertación y al acuerdo. Y que, en su afán de negar la realidad, veló a cajón cerrado al occiso, algo que ya está haciendo circular rumores por lo ilógico del hecho.

Cristina queda debilitada por la pérdida de un esposo y de una espalda política que la sostenía y protegía de todo. A la vez, sale fortalecida ante las muestras de afecto y de fuerza que le brindó el pueblo y ocho presidentes latinoamericanos que se acercaron a acompañar su dolor. Veremos, de ahora en adelante, un cristinismo sin Kirchner, algo verdaderamente inesperado y que mantendrá al acecho a oponentes políticos y sindicales que querrán, sin duda, pellizcar pedazos de poder, ahora, que no está el Jefe… ¿Vos qué opinás…?