Un esperado 2012


En esta nota que va cerrando un 2011 muy desparejo (con grandes éxitos para muchos y tremendas desgracias para otros tantos), quiero dejar un poco la política, la economía, los internacionales, la sociología y toda mi cosmografía que vertí en las últimas notas del año, para “encerrarme” y tratar de hacer lo mismo con cada uno de Uds., intentando reflexionar profundamente cuánto bien podemos hacer desde nuestro humildísimo pero potente lugar para cambiar en algo nuestras propias vidas y, a su vez, la de nuestros semejantes -fundamentalmente los más cercanos- y la del mundo todo…

El fin de año pasado escribía “Que estén a salvo…”, donde realmente deseaba que cada uno de nosotros pudiera pasar los doce meses sin ninguno de los miles de problemas que a diario acechan, tanto aquí como en muchos lugares del mundo. Era un momento en que se estaba viviendo muy mal, muy convulsionado en nuestro país, y pensé que ese deseo podría ser suficiente para que cada lector lograra llevar un año “con progresos” (aunque eso solo significara no tener sobresaltos).

Hoy el convulsionado es el mundo, pero creo que está bien que así sea. “Crisis” significa cambio, y es lo que el planeta está necesitando para que todos vivamos mejor –aunque va a costar caro, seguramente, cambiar un modelo de intereses por uno más espiritual y altruista-.

En lo personal, fue un año de durísima lucha contra mi lesión que aún no me permite caminar solo sino asistido, postergando toda mi vida “para cuando me cure”, pero poniéndole garra desde hace ya dieciocho largos meses, acompañado por mis padres que intentan volver a parir un hijo para que pueda salir a la vida, aunque esta vez es bastante más difícil por las circunstancias…

No obstante, he visto mucha gente que sufre (y mucho más que yo), alguna ya resignada, otra un poco abandonada y otra igual de entusiasta que quien escribe…

Me parece que en cada uno existen proyectos de vida distintos, que por supuesto tienen que ver con su entorno cultural, familiar, de nivel social, de salud, de educación. Quien no terminó su secundaria, quizás tenga en ello una meta importantísima. Quien tiene mucho dinero, quizás esté esperando el momento para poder realizar el gran negocio de su vida. Quien tiene un nivel de vida humilde y lucha para que su hijo termine una carrera universitaria, pondrá en ello todo su esfuerzo y entusiasmo para lograr un salto cuántico social en la familia. Quien no dispone de salud, quizás solo pretende volver a tenerla para disfrutar de las pequeñas cosas de la vida y hasta de ayudar a sus semejantes que padecen lo que él padeció…

En este 2012, plagado de esperanzas por un cambio de paradigma, los sueños de cada quien volverán a tener un nuevo impulso empujado por un almanaque nuevo y –quienes en ello creen- en la instauración de un nuevo modelo en el mundo… Y en ese marco, yo hago votos por un sueño colectivo, abarcativo, inclusivo, que permita llegar a todos los continentes, a todos los países y todas las personas. De cualquier raza, cultura, credo, nivel educativo y condición socio-económica: un sueño ecuménico, que no deje a nadie afuera, perdido, olvidado. Ni a los malos, ni a los presos, ni a los dictadores, ni a los discriminadores; ni a los especuladores, ni a los torturadores, ni a los violadores, ni a los delincuentes; ni a los corruptos, ni a los ventajeros, ni a los asesinos, ni a los mafiosos… Mucho menos a toda la gente de buena voluntad que hace que el mundo se mantenga en pie día a día gracias a su trabajo, su esfuerzo y hasta su solidaridad y preocupación por el prójimo. Ese sueño nos incluye a todos en la búsqueda de Dios (el que sea), único proveedor de Paz y Amor para borrar las atrocidades e injusticias de este mundo, único capaz de tener misericordia de cada uno de nosotros, haya pasado por lo que haya pasado y haya hecho lo que haya hecho; único capaz de consolarnos por nuestras pérdidas y nuestras miserias y cambiarlas por alegría; único capaz de sanar nuestras dolencias espirituales y físicas; único capaz de tender un manto de piedad sobre todas las inequidades que el hombre produjo, para transformar el mundo en un lugar Justo; el único que puede lograr la Universalidad y con ello el gran misterio humano de ser en sí un pedacito de Dios que al juntarse con el Supremo logren la gran Paz Universal…

Hoy, en estas nuevas fiestas que renuevan todas las fuerzas y los proyectos, los invito a sumarse a este gran sueño mío (y seguramente de muchos) en la íntima convicción de que el cambio que cada uno de nosotros logre en sí mismo y apunte a la Universalidad será la llave que permita pasar de este paradójico desgastado y aún primitivo mundo a uno superior, solidario y embebido de Dios de una manera tal que nos permita estar ahí, casi, casi, a las puertas del Cielo.

Gracias a todos por acompañarme un año más. Felicidades, que Dios los bendiga en estas Fiestas y en este esperado 2012. ¿Vos qué opinás…?

Cómo entender esta hecatombe del mundo sin haber ido a Harvard


Sí, quizás el título parezca un poco pretencioso: que una persona común, que vive en los confines del mundo y no en los centros mundiales de decisión, pueda acercarse a determinar por qué está el planeta como está y tratar de que su elucubración tenga algún atisbo de realidad más cercana a la verdad que la que pregonan los grandes académicos del mundo, puede parecer presuntuoso. Sin embargo, hace poco más de un mes, los Premios Nobel de Economía aún vivientes estuvieron reunidos en Europa tratando de descifrar cómo se sale del atolladero en que los Países del Primer Mundo se han metido (y que arrastrarán al resto de las naciones en poco tiempo, seguramente) y no lograron ponerse de acuerdo en nada, todos tenían visiones distintas de los caminos que deberían encararse para llegar a alguna solución. Lo cual significa que tener grandes conocimientos, títulos y premios en nada asegura tener una cosmovisión mejor que la que pueda tener alguna otra persona con criterio sin haber llegado a Oxford, Salamanca, Harvard, Columbia o cualquiera de las grandes casas de estudio del mundo…

Es por ello que –siguiendo esta realidad- me animo a aventurar yo también mi diagnóstico y hasta mis proyecciones sobre las mundanas realidades que le toca y le tocará vivir al mundo, ahora que justamente se habla tanto de un cambio de era que comenzaría al finalizar el año próximo según calendarios alternativos al que manejamos a diario (como es el Maya).

Desde que el mundo tiene Historia (olvidemos por ahora la Pre), los sistemas que han regido las comunidades siempre se han basado en alguna forma que nunca tuvo en el foco de su meta al hombre como centro de los beneficios, sino más bien a métodos que de una u otra forma han permitido que unos pocos de esos hombres hayan dominado al resto, sometiéndolos a diversas formas de explotación.

Desde el Feudalismo de la Edad Media hasta la Guerra Fría posterior a la Segunda Guerra Mundial, esto siempre ha sido así. Unos pocos tenían el poder, defendidos por ejércitos que mantenían a los explotados bajo régimen y el resto… a trabajar por el pancho y la Coca.

No obstante, el constante equilibrio de tensión que mantenía al mundo durante la Guerra Fría con los dos colosos imperialismos (el Capitalismo y el Comunismo) dominando cuantos países pudieran, hacía que las cosas no terminaran de salirse de sus cabales, quizás por el riesgo de que cualquiera de los países aliados a una fracción se intentara pasar a la otra, lo cual mantenía –por convicción o por la fuerza- a muchas naciones bajo la elite de uno de los dos polos (algunos de los que no se quisieron someter a uno u otro bando formaron parte de los “Países No Alineados”, aunque nunca prosperaron demasiado en esa postura…).

Pero como los dos sistemas tenían como forma de subsistencia la explotación, estratégicamente estaban destinados alguna vez a desaparecer. Así fue como hace veintidós años, el Comunismo sucumbió, el Muro de Berlín se derrumbó y la Perestroika y luego el Glasnost dieron paso a un nuevo Capitalismo en el Este, que dejó parado a este sistema como el vencedor en todo el planeta y entonces se propuso darse todos los lujos de explotación que quiso, de un modo hasta salvaje. El mundo vivía –desde hace siglos- un proceso de Globalización que favorecía a los grandes explotadores del mundo a seguir enriqueciéndose de la mejor manera. Así fue como derivaron la producción de bienes a los países de mano de obra barata, desmejorando la situación de los estados poderosos donde los trabajadores cobraban sueldos mucho más altos y dignos. De esta forma, los productos costaban más baratos, se vendían al mismo precio y las ganancias se multiplicaban. Una ganga.

Por otro lado, el mundo fue involucionando en Educación, ya que en los países del Norte, donde se vivía bien, mucha gente optó por el cuentapropismo y el comercio en vez del estudio (después de todo, vivía bien igual con menos esfuerzo), lo cual desmejoró el nivel de capacitación general de las naciones, algo que se desprende de recientes estudios sobre la materia, fundamentalmente en los EE.UU.

Todo esto fue produciendo un ensanchamiento de la franja entre lo que ganan ricos y pobres a lo largo de décadas, de manera sostenida.

Así las cosas, y como si fuera poco, dos hechos no poco importantes se han producido en los comienzos del siglo XXI que vinieron a complicar aún más la situación: el mundo ha llegado a tener 7.000 millones de personas (la mayoría pobres, por los procesos ya explicados), y la hipercomunicación del mundo de hoy a través de Internet y la telefonía celular que ha permitido que toda esa masa de gente “esclavizada” en todo el planeta (aún en los países centrales) comenzara a tener contactos entre sí. El libro “Indígnate”, del joven francés de 93 años Stépane Hessel de principios de año no hizo más que ponerle la frutilla a un postre que estaba servido desde hace rato, aunque muchos no estaban al tanto y se fueron dando cuenta a través de este estrechamiento del mundo que produjo la tecnología.

Hoy, a la “primavera árabe” de Túnez, Egipto, Libia y otros países africanos podemos sumarle indignados en España, Grecia, Portugal, EE.UU., Italia y hasta naciones de América Latina, con Chile a la cabeza. Europa ve cómo se cae a pedazos un sistema que se fagocitó a sí mismo (como todo cáncer), los EE.UU. observan cómo su liderazgo mundial va a parar a manos de China, un país que explota a su gente aunque muestre un paraíso en la tierra en muchos lugares, y los Premios Nobel se encuentran desorientados por no saber cómo se llegó a esto, cuando era algo previsible teniendo en cuenta que no se puede “globalizar” el comercio si no se globalizan los salarios, las condiciones sociales, educativas y culturales de las distintas naciones (algo utópico, por cierto), y sin ninguna planificación mundial que indique quién es quién, todos los procesos de integración (Mercado Común Europeo, Eurozona, Mercosur, Grupo de los 7, Grupo de los 20 o lo que fuera, y con la mejor intención) solo tiene destino de fracaso, como el que ocurrió…

¿Y ahora?

La gran pregunta que los académicos no logran resolver es un verdadero acertijo muy difícil de solucionar. Ya vemos cómo la credibilidad en los sistemas democráticos se ha desmoronado en casi todo el mundo, cómo en Egipto ya empezaron las luchas intestinas por ver quién ejerce el poder (lo mismo va a pasar en todos los países que vieron caer sus dictaduras), la falta de liderazgos en todo el mundo, empezando por los EE.UU. que había creado una gran esperanza a partir de la asunción de un líder “solidario” –al menos eso parecía- como Obama, y la gran ceguera mundial de todos los dirigentes del planeta que pretenden arreglar desde lo económico un problema que tiene que ver más con lo filosófico y con la concepción del mundo que con los mercados financieros, los índices bursátiles y las calificadoras de riesgo.

El mundo necesita la llegada de gurúes “no económicos” para resolver esta encrucijada, pero ya. No puede esperar un día más. La solución no va a salir de la cabeza de nadie en particular pero sí de un verdadero debate filosófico –sin entrar en terrenos religiosos porque eso echaría a perder el horizonte, aunque podrían participar del debate filósofos que tengan que ver con la religión, por supuesto sin incumbirla-. Es necesario un cambio de paradigma que de una vez por todas ponga al hombre en el foco del desarrollo y lo saque del padecimiento (hambre, desnutrición, enfermedades, falta de educación y participación, injusticia, desprotección, falta de contención, etc., etc., etc.) para alcanzar un planeta justo que tenga un fin estratégico acertado y no uno inviable como el que viene teniendo desde hace siglos. Estoy convencido de que ésa es la nueva era que está por llegar y ojalá permita en no demasiados años convertir el planeta en un lugar más vivible para todos… ¿Vos qué opinás…?

El que tiene razón, tiene razón…

Maradona acuñó a lo largo de toda su carrera una enorme cantidad de frases con su sello tan informal y característico. Algunas graciosas (“se le escapó la tortuga”), otras ingeniosas (“la mano de Dios”), otras totalmente groseras como cuando “se le salió la cadena” tras la clasificación del partido que clasificó a Argentina al último mundial y arremetió contra los periodistas con furia, emitiendo insolencias por doquier.

Sin embargo, su catálogo de frases célebres siempre sirvió para que alguno lo parafraseara cuando la ocasión lo ameritaba. Es este el caso del canal de TV por Internet CN23, del empresario periodístico kirchnerista Sergio Szpolski, quien tras las elecciones del último domingo se despachó con un videograph (de tan solo dos segundos y repetido dos veces) que hacía mención a aquella olvidable conferencia de prensa de Maradona. Tras la aparición de esa gráfica, el título cambió a “Histórica diferencia” hasta que antes de terminar la nota volvió a aparecer la deleznable frase una vez más.

Y, después de todo, el que tiene razón, tiene razón. Desde todos los ámbitos, la gente que trabaja, estudia o invierte en el país se ve permanentemente amenazada por el Estado y sus instituciones (como las impositivas, la Secretaría de Comercio del impresentable Moreno, la Cancillería, que no deja de hacer papelones que –a la larga- terminan perjudicando a las empresas y a la gente que en ellas se gana su sustento por los conflictos internacionales que genera), los sindicatos que se manejan con total imprudencia y desparpajo sin que nadie les ponga límites (apenas algún reto de la Presidenta en el tramo final de su campaña, como para cosechar algún voto de la clase media más perjudicada), los piquetes insoportables que convierten a la gente en secuestrados en sus propios vehículos durante horas muchísimos días por mes, la inseguridad que ha llegado a niveles increíbles en el GBA, donde encontrar un patrullero por la calle es algo utópico y quien sale hacia su trabajo o estudio queda expuesto a la delincuencia, incluso hasta que lo adentren en su propia vivienda, porque están al acecho para ello. La lista es larga, cualquiera puede seguirla (yo podría decir que el domingo, cuando fui a votar, la presidenta de mesa era una chica de 20 años que nunca había hecho ese trabajo y que la convocaron el día martes 18, sin darle ninguna clase de instrucción; me imagino que a las seis de la tarde le habrán dicho “correte” y habrán armado las planillas con los datos que después ella habrá firmado, sin haber tenido ninguna posibilidad de decir nada, con lo que mi voto posiblemente también haya ido adonde yo no lo mandé…).

Ahora quedan por delante cuatro años más de atropello -como el de la placa de CN23- y de demagogia sin límites (admitida por los propios funcionarios kirchneristas), aunque el panorama internacional y el vaciamiento que ya se ha hecho de todas las arcas del Estado permita vislumbrar que cuando la soja caiga de los u$s 500,- actuales la tonelada a no más de u$s 300,- (con suerte), la chequera para mantener vagancia se va a terminar y la situación va a explotar. Motivo por el cual la Presidenta ahora –que tiene todo el poder que quiere para hacer y deshacer a mansalva- llama a la concertación a sus adversarios, cosa que el día que llegue “el 2001” otra vez, los siente a todos a preguntarles qué hacemos en semejante situación. Habrá que ver qué hace la oposición, si apoyan o se desligan de lo que no generaron (o sí, por omisión).

Cuatro años más sin Justicia -Oyarbide sigue demorando los exhortos de Suiza reclamando los orígenes de los fondos de Moyano depositados en aquella Nación, por ejemplo-, Jaime, Shocklender, las Madres y tantos otros podrán respirar tranquilos porque tendrán tiempo suficiente para aliviar sus complicadas situaciones procesales, los empresarios amigos del poder podrán seguir abriendo salas de juego a troche y moche (aunque el tren bala que servía para unir todo el recorrido de casinos y bingos aún sea uno de los tantos anuncios que quedaron en la nada), los funcionarios podrán seguir presentando ante la Oficina Anticorrupción declaraciones juradas aberrantes que de ninguna manera se condicen en el incremento de sus patrimonios con los sueldos que cobran de la administración pública, la desradarización del país permitirá que los carteles de la droga sigan enfermando a nuestra juventud y abultando los bolsillos de los siniestros funcionarios de turno, los aborígenes seguirán siendo saqueados y expulsados de sus tierras para entregárselas a testaferros delincuentes que sembrarán más soja para hacer negocio y los artistas que se ven acompañando a la Presidenta puedan disfrutar de comer todos los días y no salteado a partir de venderse al cristinismo (ver nota de Beatriz Sarlo en La Nación), como quienes cobran planes sociales sin trabajar o reciben terrenos gratis por la dádiva de un Gobierno que compra votos con una chequera que cada vez está más flaca y pronto va a quedar vacía…

Y sí, la placa de CN23 tiene razón. Hasta me dan ganas de parafrasear a Fito Páez refiriéndome a quienes la pusieron en el aire, pero no voy a hacerlo. El asunto será durante cuánto tiempo los afectados seguiremos siendo los tontos de siempre y no involucre también al dudoso 54% que votó a este engendro que, desde ya, tiene los días contados. El tiempo dará su veredicto. ¿Vos qué opinás…?

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Contradicciones


En la Argentina, las cámaras del Congreso Nacional están debatiendo un proyecto -a partir de un caso conmovedor-de Ley de Muerte Digna (ya hay provincias que las tienen), algo por demás necesario teniendo en cuenta que es una problemática que involucra a toda una familia y no solo a un paciente en estado terminal. Seguramente, los proyectos deberán certificar que más de una Junta Médica dictamine el estado irreversible del paciente en cuestión y la aprobación por parte de la familia (seguramente en forma unánime) para que el enfermo deje de sobrevivir conectado a una máquina que lo mantenga en estado vegetativo y todos (familia y enfermo) dejen de padecer aquello que no tiene solución.

Las religiones son, obviamente, quienes más reparos oponen a determinaciones humanas sobre la consecución o no de la vida de los demás, pero a menudo las religiones condenan a las personas a situaciones que merecerían una revisión de sus dogmas.

Por supuesto que hubo casos en los que personas que estuvieron años en coma revivieron, pero el padecimiento a que se someten a los enfermos y sus familias quizás no merezcan semejante espera y sufrimiento o al menos es lógico que la familia pueda decidir seguir adelante o no con una vida asistida y sin certeza de “resurrección” (por definirlo de alguna manera).

Sin embargo, el tema en cuestión que me aparece como muy interesante es: si es necesario debatir un proyecto de Muerte Digna (del que estoy plenamente a favor, repito): ¿no sería menester también debatir y redactar leyes de “Vida Digna”, que son tanto o más importantes que la otra, no por una cuestión cualitativa sino cuantitativa.

Me pregunto si es digno que un jubilado –que está vivo y pasó largos años de su vida trabajando y aportando al sistema jubilatorio- cobre un aporte que de ninguna manera (en el caso de los haberes mínimos) permite costear alimentos, medicamentos, impuestos de todo tipo, servicios y ni hablar de que se quieran dar un pequeño gusto después de romperse el lomo durante décadas. O si esos mismos jubilados merecen ser atendidos (“atendidos” es una forma de decir) por una obra social como el PAMI que los posterga permanentemente, casi esperando que dejen de existir para no tener que seguir ofreciéndole el servicio –y esto es así, aunque a alguno le parezca que digo una crueldad-.

Me pregunto si los beneficiarios de planes sociales por no trabajar que reclamaron $ 2300,- (lo mismo que el sueldo mínimo de una persona que sí trabaja y gasta parte de ese sueldo para ir a trabajar…) la semana pasada cortando la Av. 9 de Julio en Capital Federal considerarán “digno” cobrar ese haber sin ofrecer nada a cambio y si lo considerarán digno quienes sí trabajan y producen para que esa gente pueda cobrar lo que pide. Ya decía Perón entre sus 20 verdades peronistas que “el trabajo es un derecho que crea la dignidad del hombre y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume”.

Me pregunto si es justo que se desaloje a los aborígenes que ocupan desde hace siglos las tierras en donde viven arrastrándolos mediante la Gendarmería y haciendo valer papeles que nunca existieron pero que de la noche a la mañana le otorgan la propiedad de esas tierras a los infaltables “amigos del Poder”.

Me pregunto si es digno vivir tras nuestras propias rejas en nuestras guarecidas casas y rezar cada vez que salimos de ellas para que Dios nos permita volver a ver a nuestras familias…

Cada cual puede hacer seguramente una lista infinita de qué es y no digno en nuestra menoscabada forma de vivir actual. Lo cierto es que el Congreso debate hoy en día una problemática muy necesaria que ojalá tenga una pronta resolución. Sería deseable que pronto empiece a tratar de debatir y redactar un catálogo de Leyes de Vida Digna. ¿Vos qué opinás…?

Un día, un mundo diferente


Aquel día, todos supimos que era una bisagra en la historia contemporánea, que quizás marcara una nueva era, como la Caída de Constantinopla en 1453 marcó el fin de la Edad Media. Todos intuimos que un nuevo orden mundial iba a empezar a regir, pero quizás ninguno supo ese mismo día las innumerables consecuencias que traería –para todo el mundo, sin excepción de países- los cambios en la seguridad, en la economía, en el trabajo, en la cultura y en los otros múltiples aspectos de la Humanidad.

Hoy, a diez años de aquella tragedia, el mundo es un lugar mucho más inseguro que entonces (demos por hecho que el factor sorpresa que la delincuencia y el terrorismo esgrimen es suficiente para asestar su golpe casi siempre, por más trabas que se pongan en todos lados), pero no solo por el terrorismo, sino por la convulsión que aquellos hechos produjeron y que, para mí –repito- quedarán en la Historia Universal como el inicio de una nueva era.

La “primavera” de los países norafricanos y árabes –que de primavera solo tendrá muy poco porque cuando se liberen de sus dictadores se trabarán luchas intestinas en búsqueda del poder destronado-, la convulsión de los indignados en Europa (con verdaderos escándalos en países casi impolutos a este tipo de hechos, como Gran Bretaña), con sus múltiples rescates financieros a diversos países que van cayendo en efecto dominó y otras revueltas menores en Medio Oriente y África Central no son ni más ni menos que el “efecto post-quirúrgico” de la disección de las Torres Gemelas neoyorquinas, símbolo del poder estadounidense hasta entonces.

Lo que sigue todos lo sabemos: la estupidez y canallesca actitud de un presidente norteamericano que “aprovechó” los hechos para salir de cacería con motivos que se supieron mentirosos (aunque todos lo suponían) tiempo después, los desastres en Irak y Afganistán con más de un millón de muertos de manera directa o indirecta, miles de soldados estadounidenses muertos, mutilados o suicidados tras su paso por semejantes historias y billones de dólares gastados en guerra que hoy aprietan al mundo con altos costos financieros, desocupación, miseria y muerte.

Cada quien tendrá su posición respecto de los ataques del 11-S (y los posteriores en Madrid y Londres). Lo que sí es cierto es que marcaron para siempre el transcurrir de la vida del mundo desde aquel momento. Quizás, tanto daño provocado pueda terminar en un verdadero cambio de paradigma que permita entender que si el mundo no se junta, jamás se salvará.

PD: Solidaridad a todas los familiares de víctimas por actos de terrorismo en cualquier momento y lugar del mundo en que se hayan producido.