¿Y ahora, quién podrá ayudarnos?


La crisis económica interminable que comenzó en 2008 y parece no tener fin en muchos lugares del planeta, sigue haciendo estragos en quienes la padecen mientras (como en toda crisis) otros hacen pingües diferencias a partir de la desesperación ajena. Es algo viejo como el mundo, que una vez más se vuelve a repetir, solo que esta vez los ganadores de casi siempre han pegado el rostro en la lona de ese ring más chico en que sistemáticamente se ha venido convirtiendo el mundo.
El eje del globo terráqueo parece seguirse inclinando (y no el planetario, sino el económico) hacia Oriente, hacia los países petroleros –aunque muchos creían que a esta altura de la Historia el petróleo ya sería cosa acabada y reemplazada, con la consecuente caída de los países productores-, hacia la India, Qatar, Taiwán, Corea del Norte (con su tremendo potencial militar que incluye poderío nuclear y enriquecimientos de uranio y plutonio, tecnologías que hasta exportan a países del área afines a sus políticas) y ni que hablar del gigante China, dueño de la deuda externa norteamericana, de casi toda la industria pesada –y liviana- que antes se asentaba en Occidente y de unas dimensiones demográficas, geográficas y económicas que ya nadie puede subestimar porque será en muy poco tiempo más la primera potencia de la Tierra.
Este cambio de paradigma ha provocado la “salida de shopping” de los países nuevos ricos (o al menos, más ricos que los que antes lo eran) y el lugar elegido en los últimos tiempos viene siendo Europa, que vive su tragedia de desocupación, desinversión, falta de liderazgos, ineficacia en las gestiones y zozobra social, convirtiéndose en el paraíso de la liquidación. Bancos, empresas, hoteles, mansiones, empresas energéticas (petróleo, electricidad, energía eólica), farmacéuticas, clubes de fútbol, mercado del arte, todo parece estar en la góndola del supermercado y sus dueños a la espera de que algún adinerado jeque o empresario chino pase por allí a hacer su oferta. A nadie escapa la tremenda tentación de comprar nada menos que en el Viejo Continente la codiciosa colección de glamour, diseño, arquitectura, arte, historia que vive allí desde hace siglos y que hoy parece expuesta a que el dinero proveniente de lugares tan dispares del mundo intenten llevarse su propiedad.
La China ha puesto sus ojos en Europa y esta “invasión silenciosa” que tiene al viejo continente en el primer puesto de la IED (inversión extranjera directa) que los orientales hacen hoy por hoy va apoderándose de lugares, espacios, conocimiento, know how, empresas, al igual que los demás socios asiáticos ya mencionados. Lo que significa que esa IED dejará por un tiempo de fijarse en otros puntos menos significativos del mundo para hacer sus inversiones mientras Europa se siga debatiendo entre el sí o no de la Eurozona o la aplicación de ajustes o de políticas de desarrollo, como vienen debatiendo Merkel y sus distintos interlocutores desde hace años.
Para los países periféricos, quizás esta etapa de “fin de temporada” –como dirían algunos comerciantes- puede significar una disminución en la inversión en sus países, teniendo en cuenta la “calidad” de la mercadería ofrecida en el “supermercado del norte”. La Argentina, sexta en la región después de Perú en materia de IED, sufrirá seguramente también alguna quita (como los otros países) a expensas de lo que se seguirá llevando una Europa “al costo”. Y, si algo necesita todavía la región, es el ingreso de capitales frescos que vengan a invertir en la producción de energía y de procesos de industrialización, aunque Brasil y sus acertadas políticas de seriedad, capacidad de negociación y seguridad jurídica nos sigan llevando mucho la delantera en ese sentido.
La crisis llegó a los países que llegó, y muchos se jactaron de que no llegara a la Argentina. Hoy vemos que los rebotes de ella sí tendrán un efecto en el tiempo y que –seguramente- solo podremos seguir colocando commodities y pocos dólares de inversión logremos mientras dura el vendaval del Norte. Solo queda preguntarnos, ante tamaña situación, la eterna cuestión del Chapulín Colorado: ¿Y ahora, quién podrá ayudarnos? ¿Vos qué opinás…?