El patrimonio “nacional y popular”



“Vamos por todo” decía la Presidente Cristina Kirchner después de su triunfo hace un año en las últimas elecciones. Nadie entendió exactamente en ese momento el alcance de sus palabras, pese a que ella y sus allegados sí sabían de qué hablaban pues todo estaba pergeñado desde antes.
Hoy, y a lo largo de estos tortuosos doce meses, ya nos hemos enterado de qué se trataba “ir por todo” y vemos que esta promesa parece una de las pocas que no va a dejar de cumplir. Desde que asumió su segundo mandato, el manual chavista parece haberse puesto a cumplir como en la mismísima Venezuela, llevándose todo por delante (instituciones, empresas, organizaciones de bien público y hasta personas particulares a las que se persigue de manera intimidatoria al punto de que hoy nadie que dice cosas en los medios nacionales quiere ofrecer su nombre y apellido).
Hacer la lista de las cuestiones que han involucrado hasta acá el “vamos por todo” sería repetitiva (salió en los pocos medios que todavía informan, aunque muchos no lo lean pero muchos otros sí), pero me quiero detener en aspectos puntuales que están dejando a nuestro país en una posición que será insostenible en el tiempo y de la cual va a costar mucho salir aún cuando un gobierno de otro signo, tendencia o ideología se haga cargo de la administración del país.
La operación de “repatriar” YPF es una de ellas. Nadie dice que haberla privatizado haya sido un beneficio, más bien fue todo lo contrario –a la semana, las acciones de la empresa valían el doble, por lo que en verdad la compañía se regaló-, pero expropiarla de la manera en que se hizo no provoca más que reticencia en los inversores externos a querer hacer negocios con la Argentina. Lo mismo ocurre con la anunciada intervención del mercado bursátil y la “reinversión” de hasta un 30% que ahora deberán hacer las aseguradoras en áreas de obra pública que los todopoderosos Kicillof y Moreno pretendan, como si ellos fueran los dueños de lo que no les pertenece. Podemos sumar a todo esto el hecho de no poder comprar moneda extranjera, lo que está llevando a la quiebra al sector inmobiliario y a detener la construcción, a evitar el turismo en el extranjero –un derecho que hemos perdido porque los funcionarios pretenden “que veraneemos acá”- o el cierre de las importaciones y exportaciones que alcanzan a cientos de rubros que ven cómo sus negocios se van consumiendo capital hasta desaparecer, por mencionar algunos ejemplos.
A nivel provincial, Buenos Aires parece querer seguir los pasos del “vamos por todo” y ya están tratando las cámaras una ley que permita apropiarse del 10% del terreno de los countries para ocupar esos predios con viviendas sociales (o pagar al Estado el equivalente a ese 10%, que seguramente es lo que más se persigue: moneda). Lo mismo ocurriría con lotes baldíos o con construcciones sin terminar, como si los dueños de ello no lo fueran y tuvieran que ser quienes cobijen en su terrenito a miles de compatriotas (y de inmigrantes que entran sin pedir permiso ni tener trabajo y vienen a buscar oportunidades sin primero regularizar su situación, como en toda nación civilizada), cuando el país está lleno de terreno dispuesto a construir ciudades enteras, lo cual sería mucho más beneficioso porque las urbes están ya atestadas y no dan abasto ni los servicios ni los lugares para desplazarse, estacionar ni convivir –quien vive en un centro del GBA sabe lo que es estar allí desde el viernes y hasta el domingo por las noches, resistiendo el descontrol que producen las salidas de los jóvenes hoy día y que no son seguidas de cerca más que por cámaras de seguridad que solo aportan imágenes, porque la solución que ellas debieran traer no aparecen-.
Todo este gran perjuicio que arrastra el “vamos por todo” lo vemos en cómo hemos vuelto a caer ocho puestos más en el ranking de países para invertir, ubicándonos en el lugar 124 entre 185 (Chile esta 37º). Es más: quienes tienen dinero y empresas en el país y se los persigue sin piedad por ello, están viendo la forma de emigrar a lugares más propicios para desarrollar actividades, sin persecuciones, sin inseguridad y con licencias que le permitan dar trabajo, pagar impuestos y, por supuesto, también ganar dinero. Lo que significa que nuestras fuentes de trabajo corren grave riesgo y los que van a salir perjudicados, como siempre, no son los adinerados sino la clase trabajadora, que irá dejándolo de ser para transformarse en gente mantenida, lo que seguramente tampoco se va a poder dar en un país que no produce…
Sin embargo, el colmo de todo este mamarracho que se viene desplegando a nivel nacional como internacional, lo expresa la retención de la Fragata Libertad, que quedó a expensas de la justicia de Ghana por reclamo de fondos buitres que pretenden cobrar papeles de deuda que no entraron al canje del vencimiento de los bonos de deuda argentina y reclamaron el embargo del navío como forma de presionar el pago correspondiente. A este otro tremendo despropósito –que le costó la cabeza al Jefe de la Armada que nada tuvo que ver en el derrotero del buque escuela porque fue dispuesto por la Cancillería, pero él debió pasar a retiro como Vicealmirante y jubilarse antes de tiempo sin haber dejado de cumplir con su deber- se le debe sumar el exabrupto, porque lo es, de la Presidente Kirchner quien sostuvo que “se podrán quedar con la Fragata, pero con la libertad, la soberanía y la dignidad de este país no se va a quedar ningún fondo buitre ni nadie". La pregunta es: ¿La Presidente considera que la Fragata Libertad no es parte de la soberanía argentina? ¿Está dispuesta a dejar en manos extranjeras un orgullo nacional y un patrimonio de todos los argentinos como es este prestigioso navío porque su gobierno no cumplió con lo que debía cumplir? ¿También tenemos que ceder en esto, qué le toca ceder al Gobierno? ¿Cómo se entiende la lógica del patrimonio de este maldito “modelo”: lo que siempre fue tuyo ahora es de todos y lo que siempre fue de todos ahora es de quien nos lo reclame por la mala gestión de un gobierno irresponsable?
Es evidente que nuestro país va cayendo –aunque el relato diga lo contrario- en un callejón sin salida a nivel internacional que va a repercutir gravemente a nivel interno y que llevará muchos años reconstruir. El tiempo dará su veredicto. ¿Vos qué opinás…?

Mi primera nota



Corría 1983. Yo había salido del servicio de conscripción militar en agosto del ´82, catapultado por una baja de soldados del 50% del total a causa de la derrota en Malvinas. Y había entrado a la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata (en ese entonces aún Escuela Superior de Periodismo), lugar donde hoy le entregan distinciones por la libertad de expresión a Chávez o a Hebe de Bonafini, pero que en ese entonces tenía el prestigio de ser la primera Escuela de Periodismo fundada en el país y con el más alto nivel académico de la especialidad.
Como prueba de nivel en la materia “Periodismo escrito”, lo primero que nos exigieron hacer fue una editorial a nuestro antojo, sobre el tema que fuera y del largo de una carilla –a mano-. Hoy quiero reproducirla aquí, teniendo en cuenta de que han pasado casi treinta años, yo apenas era un imberbe que había aprendido a tirar balas con un FAL además de haber hecho un excelente bachillerato (al viejo estilo), y me atreví con estas líneas que no tuvieron nota de calificación porque solo era para percibir el nivel del nuevo grupo. Un poco de rebeldía juvenil destilaba la postura, propia de los diecinueve años que tenía (y ubíquese en el contexto histórico en que esto escribía). Aquí va:

¿El ser nacional en una ínsula aislada?
Mucho escuchamos en los últimos meses hablar de la búsqueda del ser nacional, del reconocimiento de nuestras costumbres, del encuentro de los valores y la personalidad nacionales. Se afirma que miramos a Europa en demasía, que estamos influenciados por los norteamericanos y que nos olvidamos de nosotros mismos, de nuestra propia identidad.
Se ha hablado reiteradamente de nuestra vinculación a Latinoamérica por tradición, por historia, por raíz común.
Políticos, artistas, periodistas y otros personajes han tocado el asunto y mucho, a veces hasta el exageración: días atrás un famoso médico cardiólogo de nuestro medio, invitado en un programa de investigación periodística, afirmó que cuando ve por T.V. un conjunto de rock nacional, le baja el volumen a cero a su aparato y le parece estar viendo a un conjunto yanqui.
Pues si ese distinguido médico no se refería a la música que hacía (que en definitiva es lo que más importa), ¿a qué se refería? Caben dos posibilidades: a la apariencia y el “espectáculo mudo” que brindaba dicho conjunto de rock o al material que estaban utilizando.
Si se da lo primero, se está censurando el arte universal, pues el rock es un movimiento arraigado en todo el mundo occidental (y quede claro que no se trata de defender a los músicos rockeros, los cuales merecen también ciertas críticas, pero no es este su turno).
Si se da lo segundo, hay que reflexionar y reconocer que en la profesionalidad se debe buscar el material más adecuado y moderno para realizar el trabajo. Y entonces surge la pregunta: ¿tendrá la sala de cirugía de este galeno instrumental exclusivamente de producción nacional para realizar un trasplante de corazón o contará ese quirófano con herramientas y aparatos de ultra avanzada de origen extranjero?
Este ejemplo citado es solo uno entre otros.
No se debe ir tan lejos en la búsqueda del ser nacional: no se puede transformar el país en una isla desconectada del resto del mundo.
Hay determinados aspectos del arte, de la ciencia, de la vida misma, que son universales y no pueden desecharse, dejarse de lado. No es necesario el encierro para la búsqueda. No hace falta el claustro para el encuentro. Nuestra propia personalidad debe resurgir en el medio de las manifestaciones y las culturas universales y convivir con ellas. El tango no tiene que reemplazar a la música disco, ni el mate al whisky, sino que deben coexistir.
El hombre es un animal de relación y como tal debe estar vinculado culturalmente con su medio, su lugar, su país, pero también con su continente y su mundo.
Entonces, no confundamos buscando un ser nacional en una ínsula aislada.

Alejandro Figueroa
18 de abril de 1983

"¿Vos qué opinás...?"